Lo primero que tenemos que tener en cuenta es si el objetivo que nos planteamos es el de perder peso o no, una vez que tengamos el objetivo bien definido podemos elegir el método de entrenamiento.
El entrenamiento de pesas produce:
Múltiples beneficios a nivel de salud como las mejoras que se producen en la sensibilidad a la insulina, densidad mineral ósea, presión arterial o colesterol.
Es la mejor forma de mantener masa muscular cuando lo que buscamos es perder peso o grasa.
Se trata de un ejercicio anaeróbico, por lo que nuestro cuerpo recurre al glucógeno como principal combustible.
Tras los ejercicios de pesas se inicia un proceso por el cual se intensifica el consumo de oxígeno, lo que implica también un mayor consumo energético.
Con las pesas el tiempo en la recuperación muscular es mayor, lo que provoca que se sigan quemando calorías horas después del ejercicio.
Se requiere de un esfuerzo constante para llevar a cabo correctamente el ejercicio.
El entrenamiento de cardio produce:
Mejora esencialmente parámetros del sistema cardiorrespiratorio como el aumento de la captación máxima de oxígeno.
La actividad aeróbica caracterizada por esfuerzos de menor intensidad, pero de mayor duración donde el sustrato energético más utilizado son los lípidos o grasas.
En resumen, los dos entrenamientos producen adaptaciones positivas, hay que elegir en base al objetivo del entrenamiento. Para la perdida de peso el consejo es realizar las tareas de fuerza antes que las de cardio ya que vaciaremos los depósitos de glucógeno iniciando el gasto de lípidos para la obtención de energía en el entrenamiento de cardio con mayor antelación.
El entrenamiento de fuerza no solo se practica con pesas sino que puede realizarse con cualquier implemento que haga que nuestros músculos tengan que vencer una resistencia externa: kettlebells, gomas e incluso nuestro peso corporal.
Un tipo de entrenamiento en el que se desarrolle esta actividad es el HIIT (Entrenamiento Interválico de Alta Intensidad) del que ya hablaremos en otro post.
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